Este
relato largo, editado con el mimo habitual por Libros del Zorro Rojo, ha sido mi primera aproximación al universo
Murakami y, ciertamente, no he salido defraudado. Mediante la técnica del
monólogo interior, el autor japonés nos va presentando a una protagonista con
un aparente problema, más bien paradójico: lleva
diecisiete días sin dormir, pero no es un caso de insomnio, ya que conserva
un estado físico excelente y una mente clara, aún más lúcida que antes.
Esta
joven, a punto de cumplir treinta años y cuyo nombre nunca se menciona, llevaba
hasta entonces una existencia apacible. Esposa y madre de un niño, sin
problemas económicos, pasea por una vida rutinaria compuesta de compras,
preparación de comidas, natación en el gimnasio y cuidado de la familia. Es
ella misma la que nos va contando ese paulatino aletargamiento de su mundo
personal: «A grandes rasgos, un día era
una repetición del otro».
El escritor japonés en versión de la ilustradora
Murakami (Kioto, 1949) logra transmitirnos esa monotonía,
esa aparente felicidad, mediante una
cadencia especial en las frases y una selección certera de las palabras.
Pero, a la vez, intuimos que algo falla. Esa uniformidad en la relación con su
marido, un hombre de éxito, y su pequeño está a punto de dar un vuelco. Y será
justo este extraño insomnio el que le sirva de revulsivo al tedio en el que se
ha instalado.
La
vigilia forzosa le hace recuperar viejos hábitos, como la pasión por la
lectura, que vuelve a retomar con fruición. No es casual que la primera obra
que relea de cabo a rabo sea Anna
Karénina. Es así como, poco a poco, empieza a rescatar actividades a las
que había renunciado tras el matrimonio, algunas aparentemente triviales, como
comer chocolate. Y es así como sufre un
rejuvenecimiento interior y exterior evidente.
«No era capaz de explicarlo bien, pero sentía grandes deseos de nadar con todas mis fuerzas para expulsar, de este modo, algo de mi interior. Expulsar. Pero ¿qué diablos iba a expulsar yo? Intenté reflexionar sobre ello. ¿Expulsar qué?No lo sabía.Pero ese algo flotaba vagamente en el interior de mi cuerpo como si fuera una especie de potencialidad. Quería darle un nombre, pero no se me ocurría ninguno. Tenía poca habilidad buscando palabras. Seguro que Tolstoi hubiera sabido hallar el término preciso».
Pero
esta paradoja llega a un punto de no retorno, a una transformación vital «a lo
Kafka» que la lleva a cambiar su concepción inmutable de las cosas y de las
personas, empujándola a obrar en consecuencia. Con todos sus efectos…
No
desvelaré nada más para que el lector pueda disfrutar del sorprendente resto
del libro. Una narración notable, con un
Murakami preciso, sutil e imaginativo, y donde se intuye también el buen
hacer de la traductora. Y, por supuesto, un excelente trabajo de ilustración de la alemana Kat Menschik (Luckenwalde, RDA, 1968). Sus magníficas ilustraciones
de página entera a dos tintas son el
contrapunto perfecto a esos pasajes oníricos de la narración, así como al fluir
de la consciencia o la mutación personal de la protagonista. Unos dibujos
con una fortaleza impresionante que capturan de manera fiel el espíritu de la
historia. El propio escritor lo expresó claramente: «Sus imágenes son de verdad diferentes y únicas. Es precisamente ese
sentido de otredad el que como autor quiero evocar en mis lectores».
Un
relato para reflexionar acerca de
nuestra existencia, de las segundas oportunidades o de los abismos que pueden
abrirse de repente bajo nuestros pies. Un texto que me ha dejado con ganas
de seguir adentrándome en las atmósferas del autor japonés. Dada la buena
experiencia del tándem creativo Murakami-Menschik, quizá me decida por el
relato La biblioteca secreta,
publicado a finales del año pasado por esta misma editorial.
Sueño,
Haruki Murakami
Traducción de Lourdes Porta
Ilustraciones de Kat Menschik
Libros del Zorro Rojo, 2013, 84 páginas, 14,90 €