lunes, 6 de octubre de 2014

Buenos Aires, la ciudad invencible




Suelo desconfiar bastante de las frases promocionales que aparecen en las fajas de los libros, tan propensas a la exageración y al autobombo, pero en este caso me llamó la atención: «Fernanda Trías, en las antípodas de esa literatura estéril que está de moda, aparece como una de las narradoras actuales más interesantes de la lengua hispana». Esta apreciación viene firmada por Mario Levrero, y haciendo algo de arqueología literaria me entero de que el escritor uruguayo incluyó este comentario tan categórico sobre su amiga y discípula con ocasión de la edición de la primera novela de la joven compatriota, La azotea (Trilce, 2001).

Como desde entonces Fernanda Trías (Montevideo, 1976) se ha prodigado poco (otra novela -Cuaderno para un solo ojo (Cauce, 2002)-, una plaquette de relatos -El regreso (Trópico Sur, 2012)- y varios cuentos sueltos en diversas antologías latinoamericanas y europeas de nueva narrativa), mi interés aumentó aún más. Así que me lancé a la lectura de esta tercera novela breve. Publicada en 2013 por el sello argentino Brutas Editoras con el título Bienes muebles, ahora Demipage la edita en España como La ciudad invencible.

Su protagonista, una joven de treinta años, recala en Buenos Aires huyendo de un fracaso sentimental y casi hundida, con la esperanza de comenzar una vida nueva desde cero. Esta gran ciudad -referente universal para multitud de escritores (no en vano el libro se abre con una cita de Borges)- va a ser para ella un lugar amenazador y claustrofóbico, pero también una urbe acogedora e infinita, cuyos sabores se mezclan con las relaciones humanas que va tejiendo poco a poco.

«Es fácil adentrarse en el mar, pero remontar la corriente es difícil. El cuerpo se cansa, y al rato ya hemos tragado agua y hasta perdido las ganas de salvarnos. Una vez estuve a punto de ahogarme en una playa de Uruguay. La profundidad hipnotiza, uno se cree invencible -cuánta calma hay allá lejos, a metros y metros de la orilla- pero al rato, mientras pataleaba como una condenada sobre las olas rotas, espantosamente turbias, me encontré pensando: qué estupidez morir así».

Narrada en primera persona, con un estilo limpio e impresionista, asistimos a la deriva del personaje, a sus momentos de bajón y a su voluntad de seguir adelante a pesar de todas las dificultades, que a veces comienzan en uno mismo. Pero no todo es tan diáfano, y Trías sabe dosificar la información para que queramos saber más del origen de ese desasosiego vital que intuimos a cada página, de esos silencios y de un extravío personal que no es solo fruto de una ciudad extraña.

Hay en esta novela algunas claves, como la de la Rata, el cariñoso apelativo del exnovio, que solo alcanzan a comprenderse casi al final del relato (y que por supuesto, no revelaré). Sí que diré que la capital porteña será el escenario de cuatro mudanzas, una separación y una muerte (ya que esto se desvela en la página 19), que van a ir perfilando el rumbo hacia un cambio definitivo. Y hasta ahí puedo leer…

Adivinamos las inquietudes de la narradora a través de las relaciones con sus nuevos amigos, parte bonaerenses y parte exiliados forzosos o por decisión propia (y con sus propios miedos y neuras). Y hay así espacio en el libro para hablar también de política, inseguridad, drogas, literatura, música, de la alegría de vivir, de tenores fracasados o de mujeres con una sola pierna (Marita, la vecina puertorriqueña que no tiene desperdicio y que es el personaje secundario que más me ha gustado).

«Hablábamos de Puerto Rico, también, ese país-paradoja que no tenía derecho a votar por ningún presidente. Marita era del partido independentista, es decir que pertenecía al cuatro por ciento que en 1993 había votado por separarse de Estados Unidos. Para el siguiente plebiscito, el de 1998, Marita ya estaba en Buenos Aires y ya tenía una pierna menos. Me dijo esto y se rió -tenía una capacidad envidiable para reírse de sí misma. A veces decía «toco madera», y se daba unos golpecitos con los nudillos en la pierna artificial-, porque cuando le dijeron que tenía cáncer en la cadera, un cáncer raro del hueso, lo primero que hizo fue viajar a Estados Unidos a operarse. «No necesité visa para entrar», dijo riendo. Sí, podía reírse de todo, y estoy segura de que se habría sacado la pierna de plástico y habría bailado para mí, dando saltitos en un solo pie, si yo hubiera tenido el valor pedírselo».

Comentar así mismo que se intuye mucha carga autobiográfica en estas páginas: la protagonista es uruguaya, traductora y lectora editorial, ganadora de becas y un espíritu nómada como la propia Fernanda, cuya biografía incluye estancias en Francia, Buenos Aires y Nueva York, donde reside por el momento.


Fernanda Trías (© Fernanda Montoro)


Sobra decir que el libro me ha gustado, aunque al principio me costó entrar en el universo fragmentado de los primeros capítulos y en el empleo del tiempo que hace la autora, pero como comenté más arriba todo va encajando a medida que vamos avanzando en la lectura. Lo que sí me dio rabia es mi propia ignorancia de la geografía de Buenos Aires y de muchos referentes que se citan en el texto. Pero aunque esos conocimientos permitirían mimetizarse un poco más con la protagonista, no son un obstáculo para disfrutar de esta nouvelle. Y además, por el camino he aprendido un buen puñado de palabras porteñas y uruguayas…

Por último, agradecer el empeño de la editorial Demipage por dar a conocer en España los trabajos de jóvenes autores latinoamericanos, cuando la norma general es publicar sobre seguro valores ya consolidados. Es un consuelo poder leer sus obras y contrastarlas con algún que otro pestiño de los así llamados por algunas grandes editoriales «herederos del boom» y que en ocasiones solo se quedan en «herederos del bluff».

La ciudad invencible, Fernanda Trías
Demipage, 2014, 136 páginas, 16

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