martes, 24 de julio de 2012

Escríbeme una ilustración


Últimamente son varias las editoriales independientes que han lanzado colecciones de libros ilustrados. Tanto para el mundo infantil como para el lector adulto, la mezcla entre textos e imágenes potencia el atractivo de las historias que se narran, creando muchas veces mundos tan ricos como los imaginados por el autor.

Como norma general, es el artista gráfico el que interpreta y da forma a los textos del escritor. Pero ¿qué ocurre cuando es el escritor el que ha de inspirarse en la obra del artista y construir un relato en torno a ella? Este es el interesante punto de partida del proyecto “Escríbeme una ilustración”, gestado a finales de 2010 por la artista madrileña Clara Varela.

Clara decidió que ya era hora de darle la vuelta a la tortilla y puso a trabajar a decenas de escritores y otros artistas a partir de sus imágenes llenas de color, unas veces enigmáticas, otras surrealistas, pero siempre poéticas y evocadoras. El magnífico resultado de estas colaboraciones se presentó en forma de exposición en Coslada el pasado mes de Abril y puede verse (y leerse) en el blog del proyecto.

Tras esta experiencia, la idea de Clara es seguir adelante editando un libro recopilatorio. El proyecto aún está abierto, pues hay ilustraciones que sólo tienen uno o dos relatos asociados (el objetivo es que cada imagen vaya acompañada de tres textos), por lo que desde aquí animo a todos los escritores interesados a aportar su grano de arena. Yo lo acabo de hacer con este microrrelato:
 



El día en que todo cambió
 
No recuerdo el instante en que me desmayé. Sólo imágenes confusas: el crujido metálico de las ruedas al girar, un fluorescente que chisporroteaba con tesón, mi lucha inútil por incorporarme. A lo lejos, un murmullo de voces insistía en que no había tiempo que perder.

Ni el olor aséptico y penetrante del quirófano logró despertarme. Mis exiguas fuerzas me habían abandonado definitivamente. Ya no sentía nada. Y así, ingrávida, ligera como una pluma, comencé a volar. Mi cuerpo, o más bien el cuerpo de la niña pelirroja que fui, rellenaba la barquilla de un globo. Agarrada al cesto de mimbre con unas manos enormes, subía y subía sobre la llanura de mis juegos infantiles. Hacía frío allí arriba. Por fortuna, mi subconsciente suele ser precavido y llevaba puesto el suéter de lana violeta que la abuela tejió para mi cumpleaños. ¡Cuánto la echaba de menos!

Mi sueño continuó inundado de azules, de alegrías perdidas, de nostalgia por unos padres siempre ausentes, pero también era un viaje lleno de esperanza hacia todas las emociones que con suerte aún me quedaban por vivir. Cuando empezaba a descender, una bandada de golondrinas me sobrepasó a toda prisa. Su estela olía a pinar y a hogaza recién horneada. Estiré el cuello todo lo que pude para hacer durar más esa sensación. En aquel momento de euforia, me sentía capaz de lograrlo todo y decidí que debía regresar.

De repente, el turquesa del cielo se transformó en un verde intenso de batas y mascarillas, y sentí como si cientos de agujas recorrieran todo mi cuerpo adormecido. Poco después, las manos enormes del globo sostenían una nueva vida en la sala de partos. Al ver a la pequeña Laura sana y salva en mi regazo, supe que aquel día habían nacido un par de luchadoras que iban a dar mucha guerra en este mundo.


Web de la ilustradora: http://www.claravarela.com