jueves, 26 de abril de 2012

Editoriales independientes (3):
El Olivo Azul

.


Siguiendo con la presentación de sellos independientes españoles, en esta ocasión haremos un viaje por tierras andaluzas. El Olivo Azul es la aventura personal de Eduardo Moreno, que se gestó en tierras sevillanas y comenzó su andadura en Octubre de 2007, con el apoyo de sus dos socios: José Castillo y Francisco Rincón.

Eduardo Moreno, criado en Dublín, trabajó durante varios años como traductor para grandes editoriales en Oxford. En este periodo, comprobó que existía un amplio hueco en el sector editorial nacional. A diferencia de otros países europeos, el lector español carecía de un buen número de libros de referencia que en otras tierras eran consideradas obras fundamentales en la evolución de la Literatura. Así pues, tras dos años de preparativos, se lanzó finalmente al rescate de estas obras de autores europeos modernos y contemporáneos, que se hallaban inéditas, descatalogadas o bien estaban disponibles pero en pésimas traducciones.

Frente a la saturación endémica del mercado, Moreno apostó por la calidad, poniéndose como meta publicar pocos títulos (unos 12 al año), pero bien elegidos y mimados en todos sus aspectos, cuidando mucho las traducciones y el diseño –lleno de imágenes que evocan ediciones de otras épocas-, con ese azul suave de las cubiertas, marca de la casa.




Su nómina de escritores es muy variada. Como anuncian en su web, buscan autores grandes, oscuros, invisibles, felices y torturados. En su amplio catálogo encontramos clásicos bien asentados como Chesterton, Conrad, Zola o Capek, junto a almas de vida fugaz y rocambolesca, como Apollinaire, Cravan o Crane. El denominador común es la singularidad de los libros, obras que en su día pretendieron agitar al lector, provocarle un debate interno, agitar las conciencias y nunca dejarle indiferente.

El Olivo Azul, que ahora tiene su sede en Córdoba, posee dos colecciones:

Narrativas: Su buque insignia, en el que dan especial atención a las formas breves (novela corta y relatos), ya que entienden -como yo- que estas formas suponen lo más sobresaliente de la literatura moderna. Sin embargo, no excluyen las narraciones más extensas.




Errantes: Para no limitarse al terreno de la narrativa, en 2009 lanzaron esta colección, centrada en la idea de los viajes en todas sus posibles facetas: reales, interiores y de ideas. Consta de libros de ensayo, aforismos, diarios, viajes y memorias, que el editor define como una guía de perplejos.




Así mismo, una vez asentados en el negocio editorial y conseguido ya el prestigio entre libreros, lectores y crítica, en 2010 comenzaron a editar a autores contemporáneos de lengua española. Eduardo Moreno pretende alcanzar de este modo un equilibrio entre la “arqueología literaria” y la apuesta por voces singulares de la literatura en castellano, como Andrés Sorel o Gabriel Sofer.




Espero que el nivel de exigencia siga tan alto como hasta ahora. No en vano, para este editor el listón al que llegar lo marcan sellos como Siruela, Acantilado, Nórdica o Libros del Asteroide. Ahí es nada…


viernes, 20 de abril de 2012

El zoo trágico




“Convertirme en un caballo, galopar a través de la arboleda; pero tienes la cabeza en otro lado, repleta de pensamientos traviesos en un lugar donde reina la libertad, donde todo son gestas y una fuerza victoriosa, y de pronto estalla un ruido agudo, no muy alto pero tan persistente que incluso el galopar más incontrolado se detiene al percibirlo, y tu corazón pierde un latido al fondo de tu pecho.”

Quien rememora estas ensoñaciones de la infancia es Vera, la protagonista absoluta de El zoo trágico. Esta novela (publicada en 1907 e inédita hasta ahora en castellano) es un conjunto de nueve relatos que pueden leerse por separado, pero que juntos constituyen los capítulos de las memorias ficticias de infancia de Lidia Zinovieva-Annibal.

Hija de terratenientes, la inocente Vérochka de las primeras narraciones nos describe sus tomas de contacto con la Naturaleza y los animales durante las largas temporadas que pasa con su nutrida familia en la gran finca de verano. La vida en San Petersburgo le aburre, y cada año espera con ansiedad el buen tiempo para disfrutar con la belleza de esa vida rural en una Rusia ya pre-revolucionaria. Sin embargo, el dolor y la amargura no tardan en llegar, pues todos los pequeños animales que desfilan en este zoo estival (oseznos, grullas, lobos) van pereciendo víctimas del comportamiento humano, tantas veces brutal; de ahí el título del libro.

Conforme avanza esta historia de aprendizaje, podemos comprobar la evolución de una niña dulce y sensible hacia una Vera adolescente llena de rebeldía, mentirosa y cruel, que se distancia cada vez más de su madre. Esta transformación llega a su clímax en el capítulo más extenso (el mejor, en mi opinión) -titulado El diablo- donde la protagonista se muestra fuera de control, ladrona, calculadora y perversa, enfrentándose cada vez con más tesón a institutrices y compañeros de estudios, lo que la forzará finalmente a un peregrinaje por diferentes colegios, incluso fuera de Rusia. También destaca el desarrollo de la conciencia moral en la joven Vérochka, anticipo de la lucha de clases que no tardará en estallar en su país para cambiarlo todo.


Lidia Zinovieva-Annibal 


La narración revela la parte más oscura del aprendizaje en la niñez, junto a un buen muestrario de dificultades a las que debía hacer frente la mujer rusa de la época, ya que crecía en un entorno dominado por hombres. En cuanto al estilo, Zinovieva emplea una prosa clara, sencilla, evocadora, casi minimalista. Es también abundante el simbolismo, con frecuentes metáforas e imágenes sobre el feminismo, la rebeldía y la ruptura con el orden establecido.

Por otra parte, hay que destacar que la autora fue pionera en Rusia al mostrar en sus obras el tema del lesbianismo, que aquí aparece sutilmente retratado en los enamoramientos continuos de Vera: Dasha (hija de una de las sirvientas), su institutriz, la hija de un campesino o varias compañeras de colegio. Es este un asunto que ya había abordado con anterioridad de manera mucho más explícita en la novela corta Treinta y tres monstruos (1907), que estuvo prohibida durante buena parte de la etapa soviética, acusada de decadente y sexualmente perversa.

Como ya he apuntado, hay una fuerte carga autobiográfica en El zoo trágico. Lidia y Vera comparten el mismo origen de clase alta y experiencias vitales similares: esmerada educación con tutores e institutrices, fascinación por la vida en el campo, gran interés por los problemas de las clases menos favorecidas –no en vano Lidia murió de escarlatina tras trabajar como enfermera durante el verano de 1907, ayudando a los niños enfermos de los campesinos-, e incluso tendencias sexuales. Ambas comparten también una personalidad muy emotiva y algo excéntrica (la escritora, por ejemplo, solía lucir largas túnicas, que causaban admiración entre los invitados a “La Torre”, su afamado salón literario de los miércoles en San Petersburgo).

Los lectores que amen el estilo vital, expresionista (atentos al potente capítulo final) y los textos reivindicativos del papel de la mujer en la sociedad -al estilo de Virginia Woolf- no quedarán defraudados. No en vano, la breve obra de Zinovieva-Annibal (1866-1907) constituye un punto de referencia para la literatura femenina rusa de todo el siglo veinte. Y nosotros podemos disfrutar por fin de un espléndido fragmento gracias al buen hacer de Nevsky.

El zoo trágico, Lidia Zinovieva-Annibal
Traducción  de Vladímir Aly
Nevsky Prospects, 2012, 272 páginas, 20