martes, 20 de marzo de 2012

El último de los chicos del pelo largo




La novísima editorial catalana Cómplices, capitaneada por Jordi Iglesias, acaba de lanzar al mercado su cuarto libro: El último enemigo, un clásico de la literatura de la Segunda Guerra Mundial. En este relato biográfico, el piloto Richard Hillary (1919-1943) repasa dos años de su vida -los más cruciales-, transportándonos desde el ambiente prebélico inglés de 1938 hasta los más crudos bombardeos alemanes sobre Londres.

El joven Hillary vive despreocupado con sus compañeros en el elitista Trinity College de Oxford los meses previos a la guerra, más dedicado a las disciplinas deportivas que ofrece el campus, como el remo, que a sus clases: “Cuanto más me entrenaba para perfeccionar mi técnica como remero, más se debilitaba mi mente para apreciar algo más que la carne roja y una buena cama.” Estas distracciones son alternadas con las prácticas de vuelo en el Centro Aéreo de Oxford, una experiencia decisiva en su vida.

Una vez declarada la guerra a Alemania, asistimos a su larga formación como piloto en distintas escuelas militares de vuelo distribuidas por la costa británica, a su relación con los compañeros y disfrutamos con las numerosas anécdotas del grupo, propias de muchachos con mucho entusiasmo pero poca experiencia. Tras completar su adiestramiento, será asignado a un escuadrón de cazas y entrará por fin en combate. Sin embargo, a pesar de sus primeros éxitos aéreos, no tardará en caer derribado en la batalla de Inglaterra. En septiembre de 1940, su aparato es alcanzado por un Messerschmitt y Hillary sufre graves quemaduras en la cara y las manos.


El Spitfire de Hillary. Ilustración: G. Marie


Aquí empieza el peregrinaje del autor por numerosos quirófanos y salas de recuperación para intentar reparar los daños sufridos. Es en esta parte donde presenciamos la paulatina transformación del autor, la pérdida de la inocencia juvenil y un cambio de rumbo interior sin posibilidad de marcha atrás. Tanto su particular toma de contacto con la guerra como la influencia de sus compañeros serán fundamentales en esta poderosa catarsis, que hará del descreído Richard una nueva persona.

“Yo digo que lucho en esta guerra porque creo que, en la guerra, uno puede desarrollar rápidamente todas sus facultades hasta un punto al que en circunstancias normales tardaría toda una vida en llegar. Y para hacerlo, debes ser tan libre de interferencias externas como sea posible. Es por eso por lo que estoy en las fuerzas aéreas. Porque en un Spitfire volvemos a la guerra tal como debería ser: si es que se puede hablar de la guerra tal como debería ser. Volvemos al combate individual, a la confianza en uno mismo, a ser completamente responsables de nuestro propio destino.”

Este relato contiene ingredientes que pueden despertar el interés de un público heterogéneo, como demuestra el gran éxito que obtuvo tras su publicación en 1942. Los amantes de la literatura bélica disfrutarán con las minuciosas descripciones de los preparativos para la batalla, las técnicas de entrenamiento y los combates aéreos, donde aparecen un sinfín de aparatos legendarios: Spitfires, Hurricanes, Lysanders, Blenheims y muchos otros. También los lectores de biografías, que encontrarán en este libro unas memorias atípicas si las comparamos con otros testimonios de las últimas grandes guerras, en la línea de las recientes publicaciones de Minúscula (Guerra del 15, de Giani Stuparich) y de Libros del Silencio (Compañía K, de William March).

La narración es muy fluida y consigue una empatía del lector tanto con el joven a ratos prepotente y mordaz de Oxford como con el piloto caviloso en busca de ideales. No en vano Richard Hillary ansiaba ganarse la vida como escritor tras la guerra. Desgraciadamente, no pudo alcanzar su sueño; tras recuperarse de las heridas, murió en un entrenamiento aéreo nocturno a las pocas semanas de volver al servicio activo. Solo tenía veintitrés años.

El último enemigo, Richard Hillary
Traducción  de Nuria Parés
Cómplices, 2012, 224 páginas, 15,90

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